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viernes, 22 de abril de 2011

Capitulo Uno
Volviendo a vernos
Bella POV
Otro día viendo el amanecer de esta eternidad que me aprisionaba. Otro día “despertando” como Elizabeth O’Conner y no como Isabella Swan. Otro primer día de clases, de otro nuevo instituto. No me importaba ir a la escuela, el problema era repetirlo una y otra vez. La mayoría del tiempo no prestaba atención, solo me la pasaba pensando o jugando con mis hermanos, ya que lo que nos enseñaban lo sabía mejor que los mismos profesores. Cuando me llamaban la atención, solo buscaba la respuesta en la mente de los profesores, en caso de no saber la respuesta, gracias a mi don, para contestarla o para dictárselas a mis hermanos. Mi familia se había convertido en lo más importante que tenía en esta eternidad, y lo mejor de todo era que ellos estarían conmigo por la misma. Cada uno era especial; no solo en personalidad y carisma, sino en dones…
-¡Tierra llamando a Elizabeth! –me llamó Josh, uno de mis hermanos- ¡En serio, que no puedes estar, tan solo cinco minutos sin dejar pensar!
-No, no puedo. La mente sirve para usarla, no para desperdiciarla –le contesté siendo sarcástica.
-Hay distintas formas de usarla, yo la uso para cosas más productivas…-me respondió poniéndose derecho, orgulloso de sí mismo.
-¡Hay niños dejen de pelear! ¡Pereciera que tuvieran cinco años en vez de una década y media! –nos reprochó Sophia, mi otra hermana, novia de Josh.
-No estamos peleando, estamos intercambiando opiniones…-contestó Josh muy diplomáticamente.
-Estoy impresionada Josh, veo que estudiar abogacía en la universidad te ayudó –bromeé fingiendo impresión.
Él me guiñó un ojo mientras nos sonreíamos el uno al otro. Definitivamente, él era con el que mejor me llevaba. Ya que habíamos vivido varios años juntos antes de que nos cruzáramos con los O’Conner. Allí el conoció a Sophia, y se enamoraron en el momento en que se vieron el uno al otro; al principio ella pensaba que había algo entre nosotros, pero en el momento en que se lo aclaré, salió corriendo a los brazos de Josh. Él y yo, solo teníamos un fuerte lazo de amistad y de hermandad. Él fue el que me había salvado de una muerte dolorosa, aunque la transformación no diferenció mucho, él fue el que me escuchó atentamente cuando le conté mi historia humana y me consoló cuando el dolor volvió a mi pecho en el momento en que recordé sus palabras antes de dejarme sola en el bosque, él fue el que me convenció de no matar gente para alimentarme, él fue el que me enseñó a luchar, a cazar…prácticamente él me enseñó a vivir en esta eternidad sin tener que sufrir y ver la parte buena de lo que éramos.
Estábamos los tres sentados en los bancos que habían en el estacionamiento de la escuela, esperando que el timbre sonara para poder ir cada uno a sus correspondientes clases. En eso, solo por un momento, tuve la rara sensación de estar siendo vigilada. Es posible que alguien, o algunos, tuvieran la mirada puesta en mí. Había más de 500 humanos, la mayoría entre alumnos y profesores, dando vueltas por el estacionamiento. Era obvio, ya que nosotros, para los ojos humanos, éramos hermosos, como dioses. «Si no lo sabré yo…» pensé sarcásticamente para mis adentros. Sin embargo, esa extraña sensación me estaba incomodando.
-¿Lizy, te encuentras bien? –me preguntó Sophia. Ella seguramente lo había notado gracias a su don.
-Sí, no se lo que ocurre…-le contesté encogiéndome de hombros.
El timbre sonó. Nos paramos y entramos en la escuela.
-Bueno, nos vemos en el almuerzo –me saludaron Sophia y Josh mientras yo entraba en secretaría. Cuando entré, la secretaria me recibió con una gran sonrisa.
-Hola, tu debes ser Elizabeth O’Conner –me saludó mientras yo asentía-. Es un placer, soy Margaret Stwart, la secretaria –me aclaró con una sonrisa.
-Es un placer, Margaret –la saludé devolviéndole la sonrisa.
-Bueno, aquí te entrego tu itinerario, los horarios de tus clases y las llaves de tu casillero. Espero que tengas un estupendo primer día –me dijo entregándome mis cosas.
Le agradecí con una sonrisa y me retiré, ya que en cualquier momento sonaría otra vez el timbre, que anunciaría que ya todos debían entrar a clases. El primero solo había sido como una advertencia, para que cada uno fuera hasta sus casilleros a buscar  sus libros, carpetas, entre otras cosas.
Cuando llegué a mi casillero, que no se encontraba demasiado lejos, guardé todos los libros que no usaría en mi primera hora de clases, y la sensación incómoda volvió. Justo en ese momento, capté el olor de alguien a quien no había visto ni oído en muchos años. «No puede ser posible…»pensé tratando de convencerme a mí misma de que no era cierto que ese alguien estuviera allí, mientras giraba hacia donde sentía las miradas. Una vez que giré, me encontré con cuatro pares de ojos dorados puestos en mí.
Estaba a punto de dar la vuelta y dirigirme a mi clase tan rápido como se me permitiera, pero una pequeña y hermosa cabellera negra terminada en picos corrió apresuradamente hacia a mí con una velocidad olímpica. Me agarró suavemente antes de envolverme en un abrazo que casi me aplastó las costillas. Me soltó sólo para colocar un pequeño beso en mi mejilla. Tenía la sonrisa más amplia en su cara, lucía muy feliz, pero entonces, con la misma rapidez, su sonrisa se desvaneció. Una mezcla de tristeza y confusión se extendió en sus hermosas facciones de duende. Se puso de pie delante de mí; se veía exactamente como la última vez, hace casi diez años atrás. Aún así, no pude evitar no saludarla.
-Hola, Alice.
Ella se quedó mirándome a los ojos. Ella ya había notado el cambio, de hecho seguramente ya todos lo habían notado. Su cara era realmente de confusión, al igual que la de todos. Tantos recuerdos, tantos sentimientos que comenzaron a llegar de nuevo a mí, casi haciéndome desmayar entre la presa de emociones abrumadoras que estaban comenzando a nacer de nuevo en mí. Pero no dejé que ese sentimiento me invadiera.
-Bella…–comenzó Alice.                            
-Aquí no, Alice, -respondí con un silencioso susurro en mi voz, que sabía, podría escuchar perfectamente. De inmediato intenté escapar de su agarre.
-No entiendo. Eres la misma, pero…-respondió, apretando su agarre sobre mí, supuse que para impedir mí escape.
-Alice, puedo explicarlo todo. Pero, por favor, no aquí -le supliqué.
Lo único que quería era que la tierra me tragara, aunque fuera imposible. Todos comenzaron a acercarse hacia mí mientras me sonreían, pero él no se encontraba allí.
-Elizabeth, -me llamó Josh a unos cuantos casilleros lejos del mío.
Él seguramente ya sabía lo que ocurría y el porqué de mis emociones; agradecí de que fuera por mí. Alice comenzó a soltar su agarre lentamente.
-¿Elizabeth? –preguntó Emmet frunciendo el ceño.
-Isabella Swan murió hace años, -contesté mirándolos a todos, en especial a Alice.
-Bel…-comenzó Jasper pero lo interrumpí siguiendo con mi explicación.
-Soy Elizabeth O’Conner, es un placer conocerlos –les dije sarcásticamente con media sonrisa antes de girarme a cerrar mi casillero e ir hacia Josh dejándolos a mis espaldas.
Antes de llegar a él, note la mirada fulminante de todos los Cullen en mi hermano. La ira me consumió y un bajo gruñido salió hacia ellos como advertencia. Ellos bajaron la mirada al escucharme y sin decirles adiós, caminé hacia Josh que, cuando llegué a él, me abrazó por la cintura simulando ser más que mi hermano.
-¿Estás bien, preciosa? –me preguntó mientras me besaba en mi sien.
En eso, se escuchó un leve gruñido que provenía detrás de nosotros pero no le dimos importancia y Josh me volvió a besar, pero esta vez en la mejilla. Sonreí ante la escena. Josh sabía todo acerca de los Cullen y por eso hacía todo eso.
“¿Le pediste permiso a Sophia para hacer lo que haces? No quiero que se enoje…” le dije por mi mente a Josh.
Ambos, incluyéndola también a Sophia, teníamos un don que nos conectaba por nuestras mentes, pero, gracias a mi otro don, nadie podía oírnos.
“Sí, tranquila. Antes de venir hacia aquí le pregunté.” me respondió con una sonrisa.
-Sí, vamos a clases –le contesté en voz alta tomándolo de la mano y alejándonos de esa incómoda escena.
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Chikas!!! Aca empezamos otra vez... =) Espero sus hermosas palabras que me incentiban a seguir a pesar de todo...xD
Besoos!!
Ally**
Capitulo Dos
Maldito ardor

Bella POV
Caminé hacia mi casillero, en busca de los libros que necesitaría para mi próxima hora, y para tener un poco de paz. Odiaba cuando mis amigos se ponían tercos y en mi contra. Por suerte, ellos tenían la obligación de obedecerme, gracias a Riley. Él era el “padre”, por decirlo de alguna manera, en nuestro aquelarre. Chelsea, era su supuesta novia, aunque nadie le llevara el apunte.
Ella era nueva, y yo aún no entendía porque Riley la había elegido a ella. Chelsea no poseía experiencia en todo esto, apenas tenía unas tres semanas. Pero a pesar de ello, yo era la segunda al mando.
Gracias a eso, y a que Riley era un excelente “chupa medias” para conmigo, todos debían obedecerme, les gustara o no. A Riley le convenía que yo lo apoyara en su “gran plan”, gracias a mi don, por eso me dejaba ser la que impusiera el orden en el aquelarre, al igual que él.
Una vez que metí todos mis libros en mi mochila y que el lugar se llenara de estudiantes dirigiéndose a sus aulas, sentí esa misma presencia, esa misma tensión que había sentido en la cafetería. Desvié mi mirada del interior de mi casillero a la puerta de la misma, y me encontré con las dos vampirizas de ojos dorados caminando hacia mí en paso humano.
Automáticamente, cerré mi casillero y me dirigí a mi siguiente clase, dejando a las dos chicas a mis espaldas. No tenía ganas de entablar conversación con ellas, ni con alguno de los demás vampiros. A pesar de que parecían inofensivos, no podía arriesgarme a que me descubrieran. Aunque, seguramente ya se habían dado cuenta de que, tanto yo como mis amigos, no éramos humanos.
Por suerte, ninguna me siguió, al contrario. Cuando vieron que me iba en dirección contraria, se pararon en seco, confundidas y sorprendidas. No me importó, seguí mi camino, y a ellas le convenían hacer lo mismo.
Llegué a mi aula, que por suerte se encontraba vacía. Aún no había nadie, a excepción del profesor de biología, el señor Banner.
-Buenos días, Srta. Swan –me saludó mientras revolvía en sus cosas.
-Buenos días, Profesor –le saludé y me senté en mi banco de siempre.
Me instalé en mi silla y dejé que los libros, puro adorno, puesto que no contenían nada que no supiera ya, se desparramaran por la mesa. Era la única alumna que no compartía pupitre. El aula se fue llenando despacio conforme los chicos iban regresando del almuerzo en un lento goteo. Me removí en la silla y dejé transcurrir el tiempo.
Mientras el profesor iba hablando sobre algo de los componentes del ser vivo, o algo así, no lo tenía bien claro ya que ni me interesaba escuchar, una extraña sensación me llenó, y comencé a acomodar el lado del pupitre continuo al mío. Empujé mis libros y los coloqué formando una fila de mi lado.
Repito, no sabía porque lo hacía, simplemente me había parecido extraño ver el único banco del aula todo desordenado.
En medio de la clase, uno de los vampiros, el dios griego para ser más precisos, entró disculpándose por haber llegado tarde y siguió al profesor a su escritorio explicándole el porqué. Mientras lo hacía, pude escuchar muchos suspiros raros provenientes de chicas. Sacudí mi cabeza, a veces las humanas podían ser tan estúpidas. En ese momento, me di cuenta de que el único lugar libre, era el que estaba a mi lado.
“¡Demonios!” pensé mientras suspiraba de mala gana.
Una vez que el vampiro terminó, el profesor le firmó su comprobante, le entregó sus libros y le pidió que prestara atención a la clase. Cuando él se giró para buscar un banco y encontró el que estaba a mi lado, reprimió una sonrisa y me miró sorprendido. Nos miramos el uno al otro durante una milésima de segundos, para los humanos, mientras que para nosotros fue una eternidad.
Desvié mi mirada justo cuando una ráfaga de viento vino desde su dirección. Su olor, su esencia tan exquisita para alguien como yo, me golpeó con fuerza. No existe imagen lo bastante violenta para expresar la fuerza de lo que me sucedió en ese momento.
Perdí la noción del tiempo, perdí hasta los pensamientos de mi misma, lo único que me importaba y lo que cruzaba por mi mente era probar aquella sangre que poseía el vampiro de ojos dorados. No me importaba ni siquiera el hecho de que me encontrara en una habitación llena de alumnos y un profesor, eso no era problema. Todos los demás, a excepción del vampiro, eran atrezos para mí, lo único que me importaba era él.
Llevé una de mis manos hacia mi nariz, intentando que ese olor tan exquisito dejara de golpearme, dejara de torturarme. ¿Cómo era posible que sintiera esa sed, si hacía unas horas había salido de caza? No lo entendía, y no encontraba justificación. No solo porque NO la había, sino porque ese olor seguía atrayéndome y no me dejaba pensar.
El vampiro se tensó, y caminó hacia mí para sentarse a mi lado. Una vez que lo hizo, me aleje lo más posible de él, casi pegándome a la pared, intentando reprimir esa contracción de los músculos, preparados para saltar. La sed ardía en mi garganta como si fuera fuego. Sentía la boca deshidratada, seca, y el flujo de ponzoña no ayudaba, no hacía desaparecer esa sensación.
Él, dejó sus libros en el pupitre y se acomodó en su silla. Podía sentir su mirada puesta en mí, seguramente me veía como un animal enjaulado. Mientras él se movía, el viento no tenía mejor dirección que ir hacia mí.
El olor se arremolinó nuevamente a mí alrededor, llevándome a la locura y casi impulsándome fuera del asiento.
“¡NO!” pensé mientras mi mano se aferraba a la parte central del borde de la mesa para intentar sujetarme a la silla. Pero la madera no estaba echa a prueba de la fuerza de Vampsolts, por lo que mi mano atravesó el armazón y arrancó un puñado de arcillas. La forma de mis dedos quedó más que marcada en la madera.
El monstruo de mi interior procesó más de mil formas en las que yo podría tomarlo allí mismo y deshacerme de todos los testigos presentes, incluyendo a todos aquellos que se sumaran al esquema.
Alguien sentado cerca de mí, a la izquierda, cerró de golpe una carpeta. No me giré para ver cual de todos los humanos había sido, pero el movimiento envió una bocanada de aire normal, limpio, hacia mi rostro. Agradecí enormemente, ya que durante un escaso segundo pude pensar con claridad. Cuatro rostros familiares pasaron por mi mente, uno al lado de otro.
El primero era el de George; ya podía escuchar sus quejas con respecto a todo lo que se me había ocurrido. El segundo, fue el de Kimberly; ella, al igual que su novio, se enojaría conmigo por lo que mis acciones nos llevarían. El tercero, fue el de Max, que a pesar de molestarse un poco, terminaría perdonándome. Yo sabía que lo que él sentía por mí era más que amistad, pero yo le había dejado en claro que no podía corresponderle. Y por último, el de Riley. Ese fue el que más me preocupó. Si yo pensaba que mis amigos serían los que más enojados estarían conmigo, estaba equivocada. Riley no solo se enojaría, si no que también me torturaría, y a pesar de ser una de las que ponía el orden, también le temía como cualquiera de los nuevos.
El aire limpio cesó, y ese olor tan dulce y exquisito volvió. Maldecí una y otra vez en mi interior. ¿Por qué tenía que pasarme eso justamente ese día? De todos los lugares con el clima frío, ¿por qué esa criatura tan tentadora tenía que haber ido a parar justamente donde yo me encontraba? ¡¿Por qué si quiera existía?! Yo no podía dejar que todos se enteraran de lo que era, no podía correr ese riesgo por muy deliciosa que imaginara esa sangre de vampiro deslizándose por mi garganta, apaciguándola con cada gota que corriera por ella. Pero bastaría con una ráfaga más de aire limpio para que aguantara y no cometiera una estupidez que, seguramente, luego sería castigada. 
Por suerte, no tenía la necesidad de respirar, así que, rápidamente, dejé de hacerlo al darme cuenta de que ninguna ráfaga me ayudaría en ese momento. El alivio fue instantáneo, pero incompleto. Aún tenía el recuerdo del olor y el sabor en el fondo de mi lengua.
“¡Rayos! Solo unos minutos más, Bella. ¡AGUANTA!” me pidió mi propia mente, mi yo verdadero. En el fondo, no era mala, no era un monstruo, y agradecí que ese YO saliera de su escondite y me apoyara en ese momento, al menos durante los minutos que quedaban. Luego, si quería volver a esconderse, como lo hacía siempre, no la detendría.
No respirar, se volvía una sensación incomoda y molesta. Mi cuerpo no lo necesitaba, pero iba contra mis principios. El olfato era el sentido en cual yo más confiaba, era el que me guiaba en los momentos de caza, era el que me corroboraba algún temor hacia lo que me rodeaba. Y en ese momento, me sentía indefensa al no poder utilizarlo, y todo por culpa de él, de ese vampiro que me arruinaba MI eternidad con solo existir.
Lo odié. Lo odié con todas mis fuerzas a pesar de no conocerlo, a pesar de ni siquiera saber cómo se llamaba; lo odié por el motivo de que existiera, lo odié por ser el poseedor de esa sangre que me torturaría por años, décadas, siglos…
-¿Estas bien? –escuché el susurro del vampiro que se encontraba a mi lado, ese vampiro al que mi monstruo interno quería poseer sin importarle nada ni nadie.
Me giré hacia él con furia, ya que estaba prácticamente dándole la espalda, y lo miré a los ojos. Esos ojos dorados y profundos brillaban de una manera extraña. De una manera inexplicable e inentendible. En ese momento, todo el odio que sentía hacia él, se desvaneció y mi YO verdadero comenzó a observarlo, mostrándomelo de otra forma. No como mi presa, sino como cualquier otro chico guapo y encantador, que en esa pregunta que él había realizado había demostrado su preocupación hacia mí. Haciéndome olvidar de su exquisito olor, ¡y hasta de mi nombre!
¿Qué rayos me ocurría? Primero, lo odiaba, y luego, ¿qué? ¿Acaso lo amaba? ¿Acaso me había enamorado? No, yo no podía enamorarme, no debía enamorarme. ¡Y mucho menos de mi presa!
El timbre sonó. Sin pensarlo siquiera una vez, tomé rápidamente mis libros, casi a velocidad vampírica, y salí corriendo del lugar. Podía sentir el llanto trabado en mi garganta, que en cualquier momento saldría. Mis amigos no podían verme así, así que dejé mis cosas en mi casillero lo más rápido posible y salí corriendo afuera del Instituto, dirigiéndome hacia el bosque.
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Chikas!! Espero que les guste este seg cap!!!! =D
Esta es otra de mis historias consentidas, asique espero les guste y les atraiga... ;)
Besoos!!!
Ally**

lunes, 18 de abril de 2011

ADVIERTO: mentes sensibles, personas que sean sensibles con respecto al tema "violacion", RETROCEDAN!! 
Quedan advertidas, luego no hay reclamos...
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Capitulo Dos
Dolor
Bella POV
“¡Maldito!” insulté por mi mente cuando sentí aquel pinchazo en mi hombro y comencé a marearme. ¿Cuántos eran en realidad los que estaban en aquel lugar? Dos, cuatro, seis… Mi cabeza daba vueltas y vueltas, no podía definir los objetos como en realidad eran.
—Ahora sabrás lo que es infierno niña…—Susurró aquel hombre alto y flaco de pelo negro. Sentí como uno brazos rodeaban mi cintura y mis pies abandonaban el suelo, para luego sentir un como me dejaban sobre algo suave y cómodo.
Abrí mis ojos distorsionados y me encontré con aquel hombre sobre mí en una cama, despojando mi cuerpo de toda mi ropa. ¡Maldito! ¿Qué demonios me iba a hacer?
—¿Quieres saber lo que haré, niña?—Preguntó con su voz algo petulante. —Te haré una mujer. —Susurró en mi oído antes de comenzar a besar mi cuello, bajando hasta llegar al escote de mis pechos. Gemí de desprecio e intenté quitarlo, pero no sentía fuerzas, me sentía débil, casi ni podía hablar.
Tomó mis manos y las llevó por encima de mi cabeza, atándolas con algo suave al respaldar de la cama. Luego, comenzó quitarme toda mi ropa, hasta que quede totalmente desnuda y expuesta a él mientras lágrimas de impotencia, rabia y tristeza caían por mi rostro. Sabía lo que venía ahora, y no podía hacer nada para evitarlo, él me iba a quitar lo que yo más defendí desde que tengo memoria: mi inocencia. Sollocé sin controlarme.
—Shh, tranquila, cariño. —Intentó calmarme el imbécil mientras con sus manos secaba mis lágrimas. —Verás como todo pasa rápido, sentirás dolor al principio, pero intentaré ser gentil…—Dijo antes de soltar una burlona risa. De a poco, comencé a sentir como sus manos intentaban separar mis piernas. Ejercí algo de fuerza para impedírselo, pero no duró mucho, aún seguía débil.
Luego, sentí dolor, un profundo dolor que llenó por completo no solo mi cuerpo, sino que también mi pecho. Sentí como si me hubieran rasgado el corazón y le estuvieran dando latigazos, una y otra vez, al mismo tiempo que sentía ese calor ardiente en mi interior.
Todo dolía, todo ardía, y lo peor, todo seguía dando vueltas y vueltas sin parar. Lo último que llegué a escuchar, fue a la voz del mal nacido hablándole, antes de que callera en una profunda oscuridad.
.
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—Niña, hey, despierta…—Sentí como me zarandeaban y una delicada, pero firme, voz femenina.
Abrí mis ojos con lentitud, pero cuando lo hice, sentí una fuerte punzada en mi cabeza y un dolor desgarrador en mi entrepierna que dolía como los mil demonios. Gemí por las horrendas sensaciones.
—¿Estás bien? —Me preguntó aquella voz con preocupación.
Abrí completamente mis ojos para encontrarme con una joven mujer, de unos veinti-tantos, de cabello rubio que caía por la mitad de su espalda, vestida elegantemente, sentada a mi lado con cara de preocupación.
—¡Aghj! Demetri es un bruto…—Comentó para sí misma poniéndose en pié y yendo hacia el baño de la habitación en la que me encontraba. Escuché como el agua comenzó a caer.
—¿Quién eres? —Le pregunté una vez que volvió a mi lado.
—Soy Tanya, y tu eres Isabella, ¿cierto?

Asentí con el ceño fruncido. ¿Cómo es que ella sabía quién era yo? ¿Cómo es que me conocía si yo no tenía ni idea de quién era ella?
—Tranquila, leí tu expediente antes…
—¿Expediente? Pregunté con el ceño fruncido.
—Luego entenderás todo, cariño. —Dijo sonriéndome amigablemente. —Ahora, ve a darte un baño, necesitas asearte y relajarte. —Dijo esto último ya parada en la puerta de la habitación antes de irse y dejarme sola.
Me senté en la cama aún sintiendo ese dolor en mi entrepierna. Me destapé, estaba desnuda. En ese momento me sentí indefensa, y demasiado expuesta para mi gusto. Pero lo peor de todo, fue cuando vi sangre seca por la extensión de mis piernas y en las sábanas de la cama.
Tapé mi boca con mis manos ante el fuerte sollozo que quiso salir de ella. Ahora recodaba todo lo que había ocurrido la noche anterior. Me levanté de golpe, tratando de olvidar los dolores y mareos, y corrí hacia la ducha. Me metí, tomé una esponja, la cual llené de jabón, y comencé a limpiarme el cuerpo, todas las partes que habían sido tocadas por aquel sucio hombre, mientras lágrimas de tristeza y rabia caían por mis mejillas, mezclándose con el agua que caía de la regadera.
Luego de que pasara la esponja más de tres veces por mi cuerpo, terminé de bañarme, limpiándome el cabello que estaba hecho una maraña imposible de desenredar, pero logré hacerlo.
Decidí quedarme unos minutos más, disfrutando del agua caliente que caía sobre mi espalda, relajándome profundamente, justo cuando sentí unos brazos que me tomaban por la cintura desde atrás. Me giré asustada para encontrarme con el chico que me había pinchado el brazo la noche anterior.
—Shhh, no grites…—Dijo demasiado cerca de mi rostro.
—¿Qué haces aquí? Le pregunté bastante resentida por lo que había hecho.
—Tranquila, no vine a hacer nada que tú no quieras. —Dijo delineando con su nariz toda la extensión de mi cuello, haciendo que me estremeciera.
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Capitulo Uno
Secuestro
Los primeros rayos del sol entraban por la ventana de la pequeña, pero acogedora habitación de Isabella. Ella comenzó a removerse inquieta en su cama molesta, reaccionando a aquella luz cálida que chocaba contra su rostro. No había sido una buena y relajada noche. Bella, no había podido dormir como hubiera querido gracias a las pesadillas tan feas que tenía, provocando que últimamente, ella despertara de golpe, asustada y con la respiración agitada.
No era una muy buena rutina para una adolescente de 16 años. Tampoco era que eso significara que ella dejara de ser la niña responsable e independiente que siempre fue, al contrario, ella se volvía mucho más responsable de lo que ya era. Incluso, mucho más de lo que cualquier adolescente de 16 años podía llegar a ser. Pero la pregunta era, ¿cómo no serlo cuando tienes una madre que parece otra adolescente más y un padre que nunca esta en casa gracias a su trabajo?
Bella resopló mientras empujaba las mantas de su cama, resignada a no poder conciliar el sueño, y se levantó para preparase para otro fatigoso día de Instituto. Tomó sus pertenencias de aseo y su ropa, y se dirigió al baño a ducharse, lo necesitaba. Ella estaba nerviosa y asustada, pero no entendía el porqué, solo tenía un mal presentimiento con respecto a ese día.
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—¡Isabella! ¡Aguarda!—grito Mike Newton, corriendo hacia ella por el pasillo del Instituto.
—Es Bella…—protestó la chica al escuchar su nombre completo mientras se giraba a esperar al chico.
Cada día, Mike era más molesto. A pesar de que ella le hubiera aclarado que no serian más que amigos, él seguía insistiendo.
—Hey,—dijo el muchacho agitado cuando llegó a Bella—¿Quieres que te lleve a casa?
El día en el Instituto ya había terminado, y era hora de volver a casa. A pie, ya que la camioneta, si es que así se podría llamarle al pedazo de chatarra con ruedas que Bella poseía, se había muerto justo antes de salir dirección al Instituto, por lo que tuvo que ir en un taxi. Pero el dinero no le alcanzaba para uno de vuelta, así que tenía que volver a pie. Aún así, Bella no quería ir con Mike sola en su auto, ya que según sus amigas, no lo apodaban “manos largas” porque sí.
—No, gracias Mike—dijo ella mientras salía por la puerta del Instituto—Mi padre vendrá por mi—se apuró a explicar ella al darse cuenta de que el chico iba a insistir.
Cuando Bella dijo “mi padre”, Mike supo que no insistiría. Ella era hija del jefe de policía, Charlie Swan, y no se atrevía a enfrentarse a él, por lo que asintió resignado y se fue en su auto a su casa, sin protestar. Bella agradeció en su interior cuando Mike no protesto ni insistió y se fue sin decir nada; a veces era bueno ser la hija del Jefe Swan.
Una vez el auto de Mike desapareció a lo lejos, ella se puso en camino a su casa, suspirando. Sería un largo y agotador viaje, y a eso había que sumarle el hecho de que no había pasado una buena noche.
Bella llevaba ya la mitad del camino, y aún faltaba. Sentía sus piernas de gelatina, y algunas gotas de sudor caían por su frente, a pesar de que no hubiera tanto sol.
Iba tan concentrada en su cansancio, que no se dio cuenta cuando de aquel auto negro, con vidrios polarizados, que la venía siguiendo hacía unas cuadras atrás, se bajó un hombre demasiado grande y la tomó desde atrás. Ella no tuvo tiempo de reaccionar, ya que el hombre tapó la parte inferior de su rostro con un pañuelo que contenía un aroma demasiado fuerte, y se dejó llevar por esa oscuridad forzada.
—¡Rápido, Félix! ¡Métela al auto!—gritó Demetri que se encontraba al volante del auto negro.
A Félix le dolía tener que hacer ese trabajo tan macabro, pero tenía que hacerlo, por su familia. Él alzó a Bella, que se encontraba inconciente, y la condujo a la parte trasera con él, mientras que Demetri era el conductor, y Alec el copiloto.
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La cabeza de Bella daba vueltas, como si estuviera en una montaña rusa sin fin, y dolía, a tal punto de sentir punzadas en ella. Gimió ante aquel dolor.
—Se esta despertando…—dijo una voz masculina, desconocida para ella.
Bella comenzó a abrir sus ojos, encontrándose sentada en un asiento bastante cómodo, y atada de manos y pies. Comenzó a asustarse. ¿Dónde rayos estaba? ¿Qué demonios había ocurrido? ¿Por qué estaba atada?
—Sí, ella está aquí. De acuerdo. Sí, tranquilo, todo está en orden. Yo me encargo de eso…—dijo Demetri sonriendo maliciosamente mirando a Bella de pies a cabeza, imaginándose millones de cosas pervertidas mientras cortaba la llamada. Ella solo lo miró con temor.
Él estaba hablando por teléfono con Aro, calmándolo y diciéndole que todo estaba en orden y que no se preocupara. Estaba feliz, ya que todo había salido a la perfección, pero en cuanto Aro le pidió que se hiciera cargo de “la virginidad” de la niña, su felicidad aumentó.
—¿Cómo estas, cariño?—le preguntó Demetri a Bella con aquella sonrisa, mientras se acercaba a ella y le acariciaba su mejilla.
Ella corrió su rostro al instante, despreciándolo con todo su ser.
—¿Quién diablos eres? ¿Dónde estoy?—preguntó con furia y miedo a la vez.
—Woow, ¿ese es el lenguaje para una niña?—dijo Demetri riéndose.
La furia en el interior de Bella aumentó, y por ello, escupió a Demetri en el rostro, ganando que ahora fuera él el que se enfureciera.
—¡¿Pero qué demonios?! Ahora verás niña…
Demetri sacó a Bella de aquel asiento con furia, lo que Bella contestó con golpes a todos lados intentando defenderse. Félix y Alec, reaccionaron al ver aquella escena y corrieron a ayudar. Bella había podido soltarse del agarre en sus manos, pero no duró mucho esa libertad hasta el momento en que Félix la tomó de ellas, apresándola contra su pecho. Pero aún quedaban sus pies, comenzó a pegar patadas, aunque estuvieran atadas, hacia todos lados. Haciendo que Demetri se ganara varias de ellas y maldijera en voz alta. Alec, mientras tanto, estaba preparando una clase de tranquilizante en una jeringa, para poder inyectársela a Bella y así calmarla. Y lo consiguió, ya que cuando se lo inyectó a Bella entre medio de aquellos golpes, ella comenzó a marearse y a ver todo doble.
—Ahora sabrás lo que es el infierno, niña…
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Bueno mis niñas!! Este es el primer cap (que seguramente muchas ya lo habran leido) de el fci que antes se llamaba "Forbidden Love"...
Como tengo a muchas señoritas en este momento comiendome la cabeza con que suba el seg, ya viene... ;)
Ally**

miércoles, 13 de abril de 2011

Capitulo Uno
Primer encuentro
Bella POV
¿Por qué yo? ¿Por qué yo tenía que ser parte de ellos, de su especie? ¡¿Por qué?! ¿Qué era lo que habían visto en mí para que lo hicieran? Yo no quería ser lo que era, no lo deseaba.
Sin embargo, allí estaba, a punto de alimentarme antes de que amaneciera y que los rayos del sol me impidieran seguir. Aparte de ello, lo necesitaba; ese era el día siete, contando desde la última vez que cacé un vampiro. Todos sabíamos lo que ocurriría si dejaba pasar el día siete, y lo que menos necesitaba en ese momento era sumarle un problema más a todos los que ya tenía con mi aquelarre. 
El vampiro, o la vampiriza mejor dicho, estaba coqueteando con un muchacho, alistándolo para convertirlo en su desayuno. El humano llevaba colgando en su espalda un rifle, aparentando ser un cazador.
“¡Ja! Si supiera realmente quien es el cazador en todo esto…” pensé sarcásticamente para mis adentros.
La vampiriza lo aprisionó contra un árbol, y lo besó en los labios. ¡Parecía como si la pobre no se hubiera alimentado en años! De la forma tan desesperada en que lo besaba daba a entender que quería comérselo, y no precisamente a besos.
La chica bajó al cuello del humano y no tardó ni dos segundos en morderlo y comenzar a succionar la sangre. La dejé que lo hiciera, no la interrumpí. Mientras mejor alimentada estuviera ella, mejor serviría de alimento para mí.
Una vez que terminó con el humano, dejó caer el cadáver al suelo como si no fuera nada. No es como si no tuviera razón, en ese cuerpo ya no había vida, por lo tanto podía hasta patearlo si quería. Ella comenzó a limpiarse con su blusa, acción que me permitió entrar a mí en acción.
Me deslicé desde la rama en la que estaba posicionada, en la que había visto todo lo ocurrido, y caí detrás de ella con un silencio fantasmal. Inspiré llenándome con su exquisita esencia, esa esencia que me hacía olvidar hasta de quien era, torturándome a mi misma al sentir aquel ardor que dolía como los mil demonios en mi garganta.
Le sople en la oreja juguetonamente antes de que ella se llevara un susto de muerte, literalmente, y se apoyara contra el mismo árbol en el que había aprisionado a aquel humano.
-¿Q-quien eres? –tartamudeó nerviosa. Se notaba a leguas que la chica era nueva en todo esto - ¡¿Quién demonios te crees que eres para asustarme de esa forma?! –me gritó alterada y molesta. Me enojé por su tono, y esa sonrisa juguetona y divertida que tenía en mi rostro desapareció por completo.
“Y yo que pensaba ser gentil…” pensé suspirando innecesariamente.
-¿Quieres saber quien soy? O mejor dicho, ¿qué soy? –le pregunté enojada y acercándome a ella. Su rostro reflejaba horror y pánico- Yo, pequeña niña, soy tu peor pesadilla…-dije antes lanzarme a su cuello y comenzar a succionar todo lo que ella tenía en su organismo.
Intentó alejarme, pero nada le funcionó, yo era mucho más fuerte que ella. Y no solo eso, la chica aparentaba tener unos 14-15 años, mientras que yo me acercaba a los 17; por lo tanto, no solo había diferencia de años en parentesco, sino también en años vampiricos. La niña, por la manera en que se había asustado con mi pequeña broma, era más que obvio que no pasaba de los dos años desde que la transformaron. Yo estaba por cumplir las cinco décadas, es decir, 50 años.
Una vez que terminé con la chica, dejé que su cuerpo cayera al suelo de la misma forma que ella lo había echo con el humano. Me limpié el rostro lleno de sangre, justo cuando apareció Max, uno de mis mejores amigos dentro del aquelarre.
-Aquí estas…-dijo mientras suspiraba aliviado- ¡¡No tienes idea de lo molesto que está Riley!!
-¿Qué bicho le picó ahora? –le pregunté sonriendo divertida. Él me devolvió la sonrisa, pero desapareció tan rápido como llegó.
-Está como loco buscándote. Casi nunca te tardas tanto para cazar, y más de uno pensó que…
-Que me habían agarrado, -le interrumpí antes de soltar una carcajada.
-No le veo la gracia, Bella –comentó algo molesto mientras yo dejaba de reír- Sabes que nos preocupamos de que algo te pueda llegar a ocurrir…-dijo acercándose a mí. Lo mire estupefacta antes de contestarle.
-Max, que tú, Kimberly y George se preocupen por mí, ya, vale, lo entiendo, somos amigos. Pero que Riley y los demás lo hagan, es estúpido hasta pensarlo –dije soltando una risa falsa- Tú y yo, sabemos el verdadero motivo por el cual Riley se preocupa tanto por mí.
-Sí, creo que fui ingenuo al hablar…-dijo comenzando a sonreír.
-Demasiado…-concordé con él mientras sonreía. Él soltó una risa forzada.
-Anda, vamos –dijo estirando su mano hacia mí- Ya está a punto de amanecer, debemos ir al Instituto.
Tomé su mano con una sonrisa y juntos corrimos hacia la casa donde vivíamos con los demás.
***
-¡¿Quieres dejar de jugar con esa bola de nieve?! –le pidió Kimberly a George, su novio, con exasperación.
En la península de Olympic, al noroeste del Estado de Washington, existe un pueblecito llamado Forks cuyo cielo casi siempre permanece encapotado. En esta insignificante localidad llueve más que en cualquier otro sitio de los Estados Unidos, y en ese momento, nevaba como lo venía haciendo hacía unas semanas.
Ese pequeño pueblo, era el lugar excelente para personas como nosotros, pero al mismo tiempo, era peligroso.
-De acuerdo, -dijo antes de lanzarla al rostro de Max.
Los cuatro, estábamos en la cafetería del Instituto, sentados en nuestra mesa de siempre, en un rincón de todo el salón. Nosotros éramos los apartados del Instituto, éramos raros para la mayoría, ya que no hablábamos con nadie.
Muchas veces habían intentado hablar con alguno de nosotros, sobretodo con Kim y conmigo, pero terminaban dándose por vencidos al darse de cuenta de que no nos interesaban.
Cuando George lanzó la bola de nieve al rostro de Max, Kim y yo, no pudimos evitar reír a carcajadas, ya que él había cobrado su revancha contra Max.
Mientras todo eso ocurría, no pude evitar sentir una extraña presencia detrás de nosotros. Me sentía observada, como si alguien estuviera intentando ver algo, comprobar algo. Me concentré en los sonidos y las voces de todo mí alrededor.
-¿Qué, Alice? ¿Qué viste? –preguntó una voz masculina desde el otro lado del salón. ¿Alice? Que yo supiera, no había ninguna Alice en el Instituto.
Mis amigos se dieron cuenta de lo mismo. George y Kim, estaban al frente de Max y yo, que dábamos la espalda a todos los estudiantes, a diferencia de ellos. Entonces, George, comenzó a mirar para todos lados, detrás de mí.
Él se quedó paralizado mirando un punto fijo, y su rostro reflejaba sorpresa y confusión a la vez.
-¿Vampiros? –susurró mirando ese punto. Kimberly, Max y yo, nos tensamos, ya que sentimos más de una mirada en ese momento, pero yo me calmé al instante.
Me giré para ver con más claridad, quería saber que clase de vampiros eran. Cuando lo hice, me encontré con cinco pares de ojos dorados mirándonos confundidos, pero al mismo tiempo desafiándonos. Por sus ojos, me di cuenta que clase de alimentación llevaban.
En esa mesa, había dos mujeres y tres hombres. Las chicas eran dos polos opuestos. La más alta era escultural y su pelo rubio caía en cascada hasta la mitad de la espalda. Tenía una figura preciosa, del tipo que se ve en la portada del número dedicado a trajes de baño de alguna revista famosa, y con el que todas las chicas HUMANAS pierden buena parte de su autoestima sólo por estar cerca.
La otra, era bajita, de figura menuda, y tenía aspecto de duendecillo de facciones finas. Su pelo corto, de un negro intenso, era rebelde, con cada punta señalando en una dirección.
De los tres chicos, uno era fuerte, tan musculoso que parecía un verdadero levantador de pesas, y de pelo oscuro y rizado. Otro, más alto y delgado, era igualmente musculoso y tenía el cabello del color de la miel. El último era desgarbado, menos corpulento, y llevaba su pelo castaño dorado, todo despeinado. Aun así, parecía un dios griego, de esos que con solo una mirada, te derrites.
Me llamó mucho la atención en la forma en que el último me miraba, como si tratase de querer ver algo en mí, o como si intentase entrar en mi cabeza.
-¿Le avisamos a Riley? –preguntó Kim, sacándome de mis pensamientos. Me giré a ella para contestarle.
-No, -dije firme bajando mi mirada a mis manos, que se encontraban sobre la mesa.
-Bella, podrían ser peligrosos –comentó Max con seriedad.
-¿No viste sus ojos? –le pregunté mirándolo. Él se giró par verlos, y al instante volvió su atención a mí asintiendo- No son peligrosos…
-¡Que sean vampiros de ojos dorados no significa nada! –protestó George levantando un poco la voz.
-¡¡Shhh!! –lo callé al escuchar como los vampiros detrás nuestro se removieron inquietos en sus asientos, era obvio que nos habían escuchado- Tienen ojos dorados, eso quiere decir que no beben sangre humana –susurré para que únicamente ellos tres me escucharan.
-¿Y eso que? –preguntó George en tono bajo, repitiendo mi acción- Podrían ser principiantes…-dijo desafiándome con la mirada- Los cuatro sabemos que no podemos arriesgarnos de esa forma.
-Sí, Bella. George tiene razón, quiero al menos una vez terminar el año completo. Estoy harta de viajar, de ir y venir -dijo Kim apoyando a George. Suspiré cansada mientras me giraba a mirar a Max, aún faltaba él. Él se encogió de hombros.
-No quiero volver a viajar…-dijo bajando su mirada.
Justo cuando el timbre sonó, me levanté de mi asiento ya cansada de sus protestas.
-No haremos nada, y la conversación terminó –dije colocando mi mochila sobre mi espalda y yendo hacia los casilleros. 
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Chikas!! Espero les guste el cap!! La verdad, a mi opinion, esta historia va a estar genial!! ;) jajajja.. Es otra de mis consentidas, asiq se imaginaran... ;)
Bueno, espero sus hermosos comentarios que me insentivan a seguir!! xD
La kiero!! ♥
Ally**
 
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