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viernes, 22 de abril de 2011

Beautiful Darkness_cap dos

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Capitulo Dos
Maldito ardor

Bella POV
Caminé hacia mi casillero, en busca de los libros que necesitaría para mi próxima hora, y para tener un poco de paz. Odiaba cuando mis amigos se ponían tercos y en mi contra. Por suerte, ellos tenían la obligación de obedecerme, gracias a Riley. Él era el “padre”, por decirlo de alguna manera, en nuestro aquelarre. Chelsea, era su supuesta novia, aunque nadie le llevara el apunte.
Ella era nueva, y yo aún no entendía porque Riley la había elegido a ella. Chelsea no poseía experiencia en todo esto, apenas tenía unas tres semanas. Pero a pesar de ello, yo era la segunda al mando.
Gracias a eso, y a que Riley era un excelente “chupa medias” para conmigo, todos debían obedecerme, les gustara o no. A Riley le convenía que yo lo apoyara en su “gran plan”, gracias a mi don, por eso me dejaba ser la que impusiera el orden en el aquelarre, al igual que él.
Una vez que metí todos mis libros en mi mochila y que el lugar se llenara de estudiantes dirigiéndose a sus aulas, sentí esa misma presencia, esa misma tensión que había sentido en la cafetería. Desvié mi mirada del interior de mi casillero a la puerta de la misma, y me encontré con las dos vampirizas de ojos dorados caminando hacia mí en paso humano.
Automáticamente, cerré mi casillero y me dirigí a mi siguiente clase, dejando a las dos chicas a mis espaldas. No tenía ganas de entablar conversación con ellas, ni con alguno de los demás vampiros. A pesar de que parecían inofensivos, no podía arriesgarme a que me descubrieran. Aunque, seguramente ya se habían dado cuenta de que, tanto yo como mis amigos, no éramos humanos.
Por suerte, ninguna me siguió, al contrario. Cuando vieron que me iba en dirección contraria, se pararon en seco, confundidas y sorprendidas. No me importó, seguí mi camino, y a ellas le convenían hacer lo mismo.
Llegué a mi aula, que por suerte se encontraba vacía. Aún no había nadie, a excepción del profesor de biología, el señor Banner.
-Buenos días, Srta. Swan –me saludó mientras revolvía en sus cosas.
-Buenos días, Profesor –le saludé y me senté en mi banco de siempre.
Me instalé en mi silla y dejé que los libros, puro adorno, puesto que no contenían nada que no supiera ya, se desparramaran por la mesa. Era la única alumna que no compartía pupitre. El aula se fue llenando despacio conforme los chicos iban regresando del almuerzo en un lento goteo. Me removí en la silla y dejé transcurrir el tiempo.
Mientras el profesor iba hablando sobre algo de los componentes del ser vivo, o algo así, no lo tenía bien claro ya que ni me interesaba escuchar, una extraña sensación me llenó, y comencé a acomodar el lado del pupitre continuo al mío. Empujé mis libros y los coloqué formando una fila de mi lado.
Repito, no sabía porque lo hacía, simplemente me había parecido extraño ver el único banco del aula todo desordenado.
En medio de la clase, uno de los vampiros, el dios griego para ser más precisos, entró disculpándose por haber llegado tarde y siguió al profesor a su escritorio explicándole el porqué. Mientras lo hacía, pude escuchar muchos suspiros raros provenientes de chicas. Sacudí mi cabeza, a veces las humanas podían ser tan estúpidas. En ese momento, me di cuenta de que el único lugar libre, era el que estaba a mi lado.
“¡Demonios!” pensé mientras suspiraba de mala gana.
Una vez que el vampiro terminó, el profesor le firmó su comprobante, le entregó sus libros y le pidió que prestara atención a la clase. Cuando él se giró para buscar un banco y encontró el que estaba a mi lado, reprimió una sonrisa y me miró sorprendido. Nos miramos el uno al otro durante una milésima de segundos, para los humanos, mientras que para nosotros fue una eternidad.
Desvié mi mirada justo cuando una ráfaga de viento vino desde su dirección. Su olor, su esencia tan exquisita para alguien como yo, me golpeó con fuerza. No existe imagen lo bastante violenta para expresar la fuerza de lo que me sucedió en ese momento.
Perdí la noción del tiempo, perdí hasta los pensamientos de mi misma, lo único que me importaba y lo que cruzaba por mi mente era probar aquella sangre que poseía el vampiro de ojos dorados. No me importaba ni siquiera el hecho de que me encontrara en una habitación llena de alumnos y un profesor, eso no era problema. Todos los demás, a excepción del vampiro, eran atrezos para mí, lo único que me importaba era él.
Llevé una de mis manos hacia mi nariz, intentando que ese olor tan exquisito dejara de golpearme, dejara de torturarme. ¿Cómo era posible que sintiera esa sed, si hacía unas horas había salido de caza? No lo entendía, y no encontraba justificación. No solo porque NO la había, sino porque ese olor seguía atrayéndome y no me dejaba pensar.
El vampiro se tensó, y caminó hacia mí para sentarse a mi lado. Una vez que lo hizo, me aleje lo más posible de él, casi pegándome a la pared, intentando reprimir esa contracción de los músculos, preparados para saltar. La sed ardía en mi garganta como si fuera fuego. Sentía la boca deshidratada, seca, y el flujo de ponzoña no ayudaba, no hacía desaparecer esa sensación.
Él, dejó sus libros en el pupitre y se acomodó en su silla. Podía sentir su mirada puesta en mí, seguramente me veía como un animal enjaulado. Mientras él se movía, el viento no tenía mejor dirección que ir hacia mí.
El olor se arremolinó nuevamente a mí alrededor, llevándome a la locura y casi impulsándome fuera del asiento.
“¡NO!” pensé mientras mi mano se aferraba a la parte central del borde de la mesa para intentar sujetarme a la silla. Pero la madera no estaba echa a prueba de la fuerza de Vampsolts, por lo que mi mano atravesó el armazón y arrancó un puñado de arcillas. La forma de mis dedos quedó más que marcada en la madera.
El monstruo de mi interior procesó más de mil formas en las que yo podría tomarlo allí mismo y deshacerme de todos los testigos presentes, incluyendo a todos aquellos que se sumaran al esquema.
Alguien sentado cerca de mí, a la izquierda, cerró de golpe una carpeta. No me giré para ver cual de todos los humanos había sido, pero el movimiento envió una bocanada de aire normal, limpio, hacia mi rostro. Agradecí enormemente, ya que durante un escaso segundo pude pensar con claridad. Cuatro rostros familiares pasaron por mi mente, uno al lado de otro.
El primero era el de George; ya podía escuchar sus quejas con respecto a todo lo que se me había ocurrido. El segundo, fue el de Kimberly; ella, al igual que su novio, se enojaría conmigo por lo que mis acciones nos llevarían. El tercero, fue el de Max, que a pesar de molestarse un poco, terminaría perdonándome. Yo sabía que lo que él sentía por mí era más que amistad, pero yo le había dejado en claro que no podía corresponderle. Y por último, el de Riley. Ese fue el que más me preocupó. Si yo pensaba que mis amigos serían los que más enojados estarían conmigo, estaba equivocada. Riley no solo se enojaría, si no que también me torturaría, y a pesar de ser una de las que ponía el orden, también le temía como cualquiera de los nuevos.
El aire limpio cesó, y ese olor tan dulce y exquisito volvió. Maldecí una y otra vez en mi interior. ¿Por qué tenía que pasarme eso justamente ese día? De todos los lugares con el clima frío, ¿por qué esa criatura tan tentadora tenía que haber ido a parar justamente donde yo me encontraba? ¡¿Por qué si quiera existía?! Yo no podía dejar que todos se enteraran de lo que era, no podía correr ese riesgo por muy deliciosa que imaginara esa sangre de vampiro deslizándose por mi garganta, apaciguándola con cada gota que corriera por ella. Pero bastaría con una ráfaga más de aire limpio para que aguantara y no cometiera una estupidez que, seguramente, luego sería castigada. 
Por suerte, no tenía la necesidad de respirar, así que, rápidamente, dejé de hacerlo al darme cuenta de que ninguna ráfaga me ayudaría en ese momento. El alivio fue instantáneo, pero incompleto. Aún tenía el recuerdo del olor y el sabor en el fondo de mi lengua.
“¡Rayos! Solo unos minutos más, Bella. ¡AGUANTA!” me pidió mi propia mente, mi yo verdadero. En el fondo, no era mala, no era un monstruo, y agradecí que ese YO saliera de su escondite y me apoyara en ese momento, al menos durante los minutos que quedaban. Luego, si quería volver a esconderse, como lo hacía siempre, no la detendría.
No respirar, se volvía una sensación incomoda y molesta. Mi cuerpo no lo necesitaba, pero iba contra mis principios. El olfato era el sentido en cual yo más confiaba, era el que me guiaba en los momentos de caza, era el que me corroboraba algún temor hacia lo que me rodeaba. Y en ese momento, me sentía indefensa al no poder utilizarlo, y todo por culpa de él, de ese vampiro que me arruinaba MI eternidad con solo existir.
Lo odié. Lo odié con todas mis fuerzas a pesar de no conocerlo, a pesar de ni siquiera saber cómo se llamaba; lo odié por el motivo de que existiera, lo odié por ser el poseedor de esa sangre que me torturaría por años, décadas, siglos…
-¿Estas bien? –escuché el susurro del vampiro que se encontraba a mi lado, ese vampiro al que mi monstruo interno quería poseer sin importarle nada ni nadie.
Me giré hacia él con furia, ya que estaba prácticamente dándole la espalda, y lo miré a los ojos. Esos ojos dorados y profundos brillaban de una manera extraña. De una manera inexplicable e inentendible. En ese momento, todo el odio que sentía hacia él, se desvaneció y mi YO verdadero comenzó a observarlo, mostrándomelo de otra forma. No como mi presa, sino como cualquier otro chico guapo y encantador, que en esa pregunta que él había realizado había demostrado su preocupación hacia mí. Haciéndome olvidar de su exquisito olor, ¡y hasta de mi nombre!
¿Qué rayos me ocurría? Primero, lo odiaba, y luego, ¿qué? ¿Acaso lo amaba? ¿Acaso me había enamorado? No, yo no podía enamorarme, no debía enamorarme. ¡Y mucho menos de mi presa!
El timbre sonó. Sin pensarlo siquiera una vez, tomé rápidamente mis libros, casi a velocidad vampírica, y salí corriendo del lugar. Podía sentir el llanto trabado en mi garganta, que en cualquier momento saldría. Mis amigos no podían verme así, así que dejé mis cosas en mi casillero lo más rápido posible y salí corriendo afuera del Instituto, dirigiéndome hacia el bosque.
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Chikas!! Espero que les guste este seg cap!!!! =D
Esta es otra de mis historias consentidas, asique espero les guste y les atraiga... ;)
Besoos!!!
Ally**

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