Disclaimer: Los personajes
no son míos –I fucking wish- son de Meyer y de L. J. Smith. La historia es mía.
Summary: Ella, el
criminal más buscado de todos, entrenada desde niña para hacer lo que hace. Él,
el oficial más destacado de todo el FBI, y está detrás de ella desde hace
tiempo. Ambos se odian. Pero, ¿qué ocurrirá cuando ya no puedan evitar sentir
esa atracción que sienten el uno por el otro? Rating: M. Bella/Edward.
Prefacio
The Perfect Soldier
By Ally C-B
&.
Era noche cerrada.
Sus zapatos de tacos altos golpeaban contra el frío suelo de las
calles de Londres. Una ciudad bastante lúgubre en ciertos aspectos. Con sus
días grises y lluviosos la gran mayoría del tiempo. Deprimente en demasía para
quienes no estuvieran habituados a este estilo de climas, romántico para
quienes sólo vinieran de cortas vacaciones a sus puntos de atracción más
fuertes. Su cuerpo estaba cubierto por un tapado negro que le llegaba hasta por
debajo de sus rodillas y su pelo estaba sujeto, por debajo de un sombrero
negro, con apenas unos cuantos pasantes.
Cualquiera que la viera, simplemente no la reconocería. Nadie la
miraría dos veces con aquel atuendo. Ella era fácil de camuflar. Sí, demasiado.
Al menos hasta que sus penetrantes ojos chocolates se clavaran en los tuyos, esas enormes gemas oscuras y variables según
su estado de ánimo eran capaces de congelarte en el lugar con una de sus más
gélidas miradas que tornaban sus ojos casi de un color café llegando al negro,
o por el contrario de hacerte sonreír incitándote a la plena y ciega confianza
mostrando en su iris unas extrañas tonalidades ambarinas danzando por entre sus
normales tonos cafés chocolatosos.
Tal era
su potencial, alta y cuidadosamente desarrollado, que envolvía a las personas a
su conveniencia casi sin problemas, casi. “Y
hoy no sería la excepción”, pensó de manera casi arrogante. Sin ánimos de
auto halagarse, pero, era la mejor de su campo y pese a no querer reconocerlo
NUNCA, todo su resultado se debía a la persona que la había entrenado.
Miró en
derredor y sonrió de forma casi rayana en lo maléfico.
Había
llegado a su destino.
Llegó a una puerta, la cual abrió sin problemas. Ya todo estaba
planeado. Inclusive el hecho de que el hombre que allí vivía estuviera
petrificado en su oficina, gracias a la bebida que contenía una extraña droga
que él bebió por orden y mandato suyo. Repito: Todo estaba planeado,
meticulosamente planeado. Esa era una de sus mayores cualidades. Prever,
planear, era muy perfeccionista y detallista cuando de trabajos se
trataba. Una vez que ella entró, cerró la puerta detrás de su espalda y se
dirigió a aquella oficina con andar sigiloso y gatuno. Un andar que no
demostraba absolutamente nada. No era un andar pesado de enojo o impotencia
ante algo, no era un andar rápido ni lento. El único detalle que se le podía
atribuir a su andar sería, silencioso, tal y como los gatos, siempre en sigilo
y alerta.
Antes de atravesar la puerta pudo sentir una respiración profunda, una
rara mezcla de bufido y desesperación. Sonrió otra vez.
—¿Q-quién es
usted? —Preguntó el hombre que estaba sentado detrás de su escritorio -sin
poder mover tan siquiera un mísero músculo-, cuando ella entró en aquella
habitación. —Isabella…—Dijo al reconocerla cuando se quitó el sombrero y su
largo cabello caoba descendió sobre sus hombros en forma de hermosa y brillante
cascada hasta por la mitad de su espalda.
Ella sonrió
maliciosamente, sin contestar. Lo único que hizo fue acercarse al escritorio
sin quitar la sonrisa burlesca de su rostro y buscar algo dentro de los cajones
de éste, una vez que encontró lo que buscaba -es decir, una paquete con más de
diez mil dólares-, lo guardó dentro de su gran tapado.
—¡¿Qué haces,
maldita sea?! —Gritó el hombre con desesperación al ver lo que ella hacía.
—No necesitarás
todo este dinero con tanta urgencia, ¿o sí? —Le preguntó ella sentándose sobre
el escritorio, con sus piernas cruzadas, y su angelical rostro que casi llegaba
a engañarte completamente, claro que eso sólo sucedía si tenías el gusto y placer
de no conocerla. Algo que aquel hombre había forzado a no tener.
Su forma de
sentarse solo le daba un toque de sensualidad a su aspecto de niña inocente.
Algo que a su pesar, aunque jamás lo admitiera, nunca había sido. La inocencia
era algo que no tenía cabida en su estilo de vida, ni siquiera a pronta edad.
Ella era la pesadilla de cualquier hombre que se
atreviera a mirarla con otros ojos.
—Además, ya
tienes bastante dinero. Que te quite un poco no le hace mal a nadie. Es más,
creo que estaría haciéndoles un favor a todos a los que les robaste, Vulturi. —Agregó ella
pronunciando el apellido del hombre con obviedad.
Marco Vulturi,
era un reconocido traficante de drogas y el mayor impostor de los tres mafiosos
hermanos. Cosa de familia como se diría.
Isabella había
recibido la información de que no solo le robó a su primo, Michael Swan; sino
también a otros importantes y poderosos mafiosos, como a Laurent Mallory. Y lo
peor de todo era que como el viejo Vulturi tenía experiencia, siempre lograba
salirse con la suya. Pero no esta vez, esta vez él no se había percatado de que
él sería al que le robaran. Esta vez, él había sido el embaucado.
¿Cómo decía el
refrán?
Ah, sí.
“Ladrón que roba a ladrón, tiene cien años de perdón”.
“Mmm… ¿Será cierto eso?” Se preguntó ella
en un segundo de anormal introspección. Se encogió ligeramente de hombros.
Nunca era bueno seguir aquel rumbo de pensamientos.
—Disfruta tus
ultimas horas de vida, porque cuando vuelva a sentir mi cuerpo, no habrá lugar
ni persona que me impida encontrarte, Swan. —Amenazó el viejo completamente
enfadado y logrando sacarla así de su debate interior. Ella le volvió a sonreír
antes de besarlo en la mejilla, y saltar del escritorio para irse.
Sin embargo, unos
aplausos la hicieron pararse en seco justo cuando llegó al marco de la puerta
de esa habitación.
—Woow, Bella. Me
impresionas. Y pensar que YO te entrené…—Dijo esa voz.
Ella se giró
totalmente petrificada -y aunque no lo admitiera, el pánico también la había
consumido de un momento a otro-.
—¿Q-qué haces
aquí, Damon? —Preguntó ella retrocediendo inconscientemente un paso al notar
como él comenzaba a acercarse.
No lo quería
cerca.
Si lo dejaba
acercarse demasiado, sabía en qué y cómo terminaría todo.
Primero
comenzaría con un beso, que se transformaría en sexo, sexo absolutamente
desenfrenado al cabo de dos minutos a veces incluso aún menos.
Y luego, bufó.
Luego comenzaría el cuestionario -en su clara y muy obvia búsqueda de
información-, y después se iría, huiría como siempre. Volviéndola a dejar sola,
sola y… rota. Como
desde el día que comenzó todo.
Aun le costaba
controlar el estremecimiento que le recorría el cuerpo con apenas los recuerdos
de esas ocasiones.
—Hiciste un gran
trabajo, Bella. —Dijo
el pelinegro de ojos glaciales, y no sólo referente al color celeste hielo,
sino además por la total carente falta de sensibilidad que denotaban;
pronunciando su nombre de una forma extraña, que logró que hasta los bellos más
rebeldes se le erizaran. ––Todo perfecta y completamente calculado, y muy, muy
bien planeado. Pero te faltó un detalle. —Dijo sacando su arma, una Glock 22mm de un negro brillante como un relámpago en
noche oscura, su favorita, y apuntando al viejo Vulturi. —No se dejan
testigos. —Dijo antes de dispararle, sin siquiera mirarlo, sin ni siquiera
pestañar, de la manera más fría que alguien podría llegar a desarrollar jamás.
La bala penetró justo al medio de su frente, matándolo al instante. Sin rito ni
ceremonia, el acto estaba hecho.
Cuando el disparo
salió de aquella arma, ella se sobresaltó.
Su cuerpo
temblaba.
No era solo
miedo, sino también la impresión de ver a aquel hombre con una bala en su
cabeza, tirado sobre su escritorio, y sangre por todos lados. Y no es que fuera
algo completamente ajeno a su visión, casi diríamos diaria. Bueno quizás no a
esos extremos pero no era algo que no hubiese visto nunca tampoco. No. No se
trataba de nada concerniente a eso sino más bien que todo se resumía al hombre
que lo había llevado a cabo.
Damon era igual a
un maldito vampiro. Frío, seco de corazón, y… malo. Por sobre todas las
cosas, Él era malo. Una palabra tan simple que abarcaba la totalidad de lo que
él era, e irónicamente él era una persona en extremo compleja, alguien a quien
nunca terminabas de conocer, alguien a quién por más esfuerzo que pusieses
nunca podrías llegar. Alguien a quien Bella hubiera querido odiar.
Isabella, por más
delincuente que fuera, no era una asesina.
Y eso ella lo tenía en claro.
A diferencia de
Damon.
Eso fue lo que
hizo que ella no lo quisiera más a su lado, a pesar de extrañarlo. A pesar de
tantas cosas… Pero la imagen de esa mujer tirada sobre su cama, con varios
disparos sobre su pecho, y Damon de pie a su lado con el arma todavía humeando
en su mano derecha se repetía en su cabeza una y otra vez en cada ocasión en
las que se veían. Haciéndole recordar por qué ya no estaba más con él.
Grabándoselo y tatuándoselo en la piel. Lo peor de todo, fue…
Que esa mujer era su prima.
Él no dejaba de
mirarla, sabiendo cuanto miedo estaba infundiéndole. La conocía a la perfección
demasiado para alguien como Isabella, y aunque nunca lo admitiría, tanto él
como ella sabían que estaba aterrorizada.
Bella recuperó la
movilidad de su cuerpo apenas unos cuantos segundos después de que el disparo
se saliese del arma.
Se dejó dirigir
plenamente por su instinto. Uno que regía su vida en cuanto estaba en cercanía
de él. Uno que no le fallaba como quién le enseñó a reconocerlo. Por lo que no
dudó en salir corriendo de aquella casa, alejándose de él lo más que pudiera.
Distancia. La distancia nunca resultaba suficiente para que Isabella
considerase estar realmente lejos de él.
Mientras corría
por medio de la bruma natural de aquel lugar y por entre los fríos e
irregulares pavimentos, podía sentir la angustia invadirla y las lágrimas
resbalarse por sus mejillas -y el maldito frío del viento golpeando en su
rostro no ayudaba en lo más mínimo-. A lo lejos, escuchó las sirenas de las
patrullas policiales mientras se metía en uno de los tantos callejones sucios
de aquella maldita ciudad.
El solo
pensamiento de querer cruzarse con su mayor
enemigo, la hizo sonreír con picardía.
“Mierda.” Pensó ella “Me estoy
volviendo una maldita bipolar.”
Y es que, ¿quién en su sano juicio
querría cruzarse con su mayor enemigo? Al menos, a ver, ¿quién querría eso si
una era una reconocida y muy, muy buscada ladrona con búsqueda de recompensa y
todo y tu archi-mega-mayor enemigo de todos los tiempos era el policía que te
había perseguido durante la mayor parte de tu muy malograda vida?
Ven… Era
una jodida loca.
Holó (?) Las que me siguen por FF.net, conocen
este fic... :]
Pero no quería dejarlo fuera de mi comienzo por
blog. ^-^
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Love all ya'.
(L)
Peace. Out.
Ally C-B.
me encantoooooooooooo quedo con ganas de masssssssssssssss....Gracias nena...
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