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miércoles, 4 de mayo de 2011

Mi segunda vida_Cap Dieciseis

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Capitulo Dieciséis
El Invernadero
Luego de que Arthur se fuera, volvimos a la historia de Eleazar. Edward prestaba atención a todo lo que yo iba narrando y de vez en cuando me interrumpía para hacer un comentario o preguntar algo, pero siempre lo hacía con esa sonrisa torcida que yo tanto amaba y recordaba.
Había muchas cosas en las que Eleazar y Carlisle se parecían. Ambos formaron parte de los Vulturis, ambos tenían siglos de existencia, ambos conocieron a sus esposas en circunstancias difíciles y ambos tenían una gran familia. La única diferencia era que Eleazar no necesitó décadas o siglos para abstenerse a la sangre humana, ese era su don, por lo tanto, él podía decidir si quería hacerlo o no.
En medio de toda la explicación, escuché un grito del invernadero, que era el único lugar que faltaba que Edward viera y la única habitación del piso de arriba. Con Edward, salimos corriendo preocupados hacia arriba, cortando con toda la historia.
Cuando llegamos, yo delante de Edward, Josh tenía a Carmen sobre sus hombros y Eleazar reía. Suspiré relajándome. Cuando Josh nos vio, bajó a Carmen al suelo, mientras Edward y yo sonreíamos.
-Creí que había ocurrido algo malo…-dije mientras entrábamos en el invernadero.
-Que raro, tu siempre pensando en lo malo –dijo Josh pasando por mi lado. Cuando lo hizo, se ganó un golpe por parte mía en el hombro mientras Eleazar y Carmen reían. Cuando se fue, presente a Edward.
-Carmen, él es Edward –dije con una sonrisa- Edward ella es Carmen, mi madre –dije mirando a Edward. Él la saludó educadamente con un beso en su mano, haciendo que Carmen riera nerviosa.
En eso el móvil de Edward sonó.
-Es Carlisle, -dijo Edward mirando al móvil y luego a mí. Asentí dándole a entender que contestara.
Edward se disculpó antes de alejarse y atender. 
-¿Él es Edward? –me susurró Carmen con una sonrisa. Asentí con una media sonrisa en el rostro.
Ella sabía toda mi historia, al igual que todos los integrantes de mi familia, por lo tanto ya estaban informados de quien era él.
No me concentré explícitamente en la conversación de Carlisle y Edward, ya que estaba muy entretenida con los pensamientos halagadores de Carmen hacia Edward y las plantas del lugar.
Cuando Edward colgó y se giró hacia donde yo estaba, Carmen y Eleazar estaban bajando las escaleras, para darnos privacidad.
 -Carlisle quiere que vuelva, -dijo acercándose a mí- necesita mostrarme algo –dijo poniendo su mano sobre mi mejilla. Asentí acercándome a él y abrazándolo por la cintura. Él me devolvió el abrazo.
En realidad no quería que se fuera, pero si Carlisle lo necesitaba para algo urgente, no se lo impediría. Edward levantó mi barbilla con su dedo antes de posar sus labios en los míos. Era tan reconfortante sentir sus labios sobre los míos, y la vez tan extraño. Yo los recordaba fríos, duros y con preocupación, ya que ahora entendía la delicadeza que él debía tener conmigo cuando era humana, para tratar de no lastimarme; y ahora, era tan decidido, tan despreocupado, y a la vez tan suave que me hacía amarlo más de la cuenta.
Luego de ese pequeño, pero amoroso beso, acompañé a Edward a la puerta, para despedirlo ya que tenía que volver a su casa.
-¿Iras mañana al Instituto? –me preguntó una vez que llegamos a las escaleras del porche.
-No lo se, quizás…-le contesté con una sonrisa. Edward frunció el ceño divertido. Sonreí mostrando mis dientes mientras acariciaba su mejilla.
Él se encontraba dos escalones más debajo de donde yo estaba parada, dejándome así ser la más alta. Me agaché un poco para volver a besar sus labios. El me devolvió el beso antes de despedirse e irse corriendo en dirección a su casa.
Me giré volviendo a entrar en la mía, mirando hacia el suelo con una sonrisa estúpida en mi rostro. Cuando levanté la vista, Josh estaba en frente mío con sus brazos cruzados y haciéndose el serio.
-Quiere explicarme, señorita Elizabeth, ¿qué fue ese beso que acabo de ver? –me preguntó tratando de no reírse aunque le era imposible.
-Quiere explicarme, Señor Josh, ¿qué hacía espiando a su hermana? –pregunté siguiéndole el juego.
-Yo no estaba espiando, -empezó pero lo interrumpí abrazándolo por el cuello.
-¡Sí estabas espiando! –dije dándole un beso en la mejilla antes de salir corriendo a mi habitación en una nube.
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