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miércoles, 4 de mayo de 2011

Mi segunda vida_Cap Quince

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Capitulo Quince
Eleazar y Arthur
Subimos al tercer piso con Edward de la mano. Él no dejaba de observar todo detalladamente; en especial los cuadros, las fotografías y los adornos de Carmen.
Comenzamos a pasar por las habitaciones. La primera era la de Josh y Sophy; la segunda de Carmen y Eleazar; la tercera de Jaime y la cuarta de Nicole. Luego seguía la oficina de Eleazar, dejando así, por último, mi habitación.
-¿Esta es la oficina de Eleazar? –preguntó Edward interesado. Asentí y golpee la puerta bajo la atenta mirada de Edward.
-Adelante, -dijo Eleazar desde adentro. Abrí la puerta y entré seguida por Edward.
La oficina de Eleazar era realmente grande. En casi a todo el alrededor habían estantes con libros, productos de su trabajo, fotografías de la familia, cuadros y libros de hacía siglos. Él conservaba todo mediante los años transcurrían, siempre decía que era lindo a veces recordar cosa buenas del pasado.
-Hola, papá –lo saludé con una sonrisa mientras Edward miraba todo a su alrededor.
-Hola, cariño –dijo antes de bajar el libro que estaba leyendo- Oh, veo que hay visitas –dijo poniéndose en pie y caminando hacia nosotros.
-Hola, señor O’Conner. Soy Edward Cullen, es un placer conocerlo –se presentó Edward estirando su mano hacia Eleazar.
-¿Cullen? ¿Hijo de Carlisle Cullen? –preguntó Eleazar sorprendido. Edward y yo asentimos a la vez- Es un placer conocerte, Edward –dijo tomando su mano y sacudiéndola como saludo- Pero, llámame Eleazar –dijo soltando su mano y con una sonrisa.
-De acuerdo, Eleazar –contestó Edward con una sonrisa.
-¿Se conocen? Quiero decir, Carlisle y tú…-le pregunté a Eleazar.
-No personalmente, pero en el hospital se habla mucho de él –me contestó Eleazar. Asentí con una sonrisa.
-¿Puedo ayudarlos en algo? –preguntó al ver que Edward se concentraba en unos de los cuadros de Eleazar.
Seguí la mirada de Edward para ver de qué cuadro se trataba, y no me sorprendió descubrir cual era. En el cuadro, salía Eleazar, hacía dos siglos antes, de traje y capa negra, sentado en uno de los tronos. Los Vulturis.
Edward frunció el ceño concentrándose en la imagen. Eleazar suspiró antes de dirigirse hacia el cuadro.
-Italia, 1650, -empezó Eleazar mirando atentamente el cuadro, con aire soñador.
Empujé a Edward al lado de Eleazar mientras me colocaba al medio y abrazaba a Eleazar. Yo sabia que su tiempo con ellos no había sido el mejor, y no le gustaba mucho hablar sobre el tema. Por supuesto, que yo había sido la excepción. Él me había contado absolutamente todo sobre su tiempo allí. Edward nos miró durante un determinado momento en el que el silencio reinó.
-¿Prefieres que yo la cuente? –le pregunté mirándolo con una media sonrisa.
-Estaría bien, -dijo dándome un beso en la frente- además, te la sabes prácticamente de memoria, como si hubiera sido tu historia –dijo riendo y volviendo a su escritorio- Yo iré a ver como esta Nicky –dijo mientras guardaba el libro que había estado leyendo- Fue un placer conocerte, Edward –dijo con una sonrisa antes de salir por la puerta.
-Igualmente, Eleazar –contestó Edward.
Una vez que Eleazar se fue, Edward me miró atentamente y en su mirada había millones de preguntas.
-Lo siento, a Eleazar no le gusta mucho hablar mucho de cuando estuvo con los Vulturis –le dije a Edward- Fue un tiempo difícil para él.
-¿Difícil? –preguntó queriendo saber más.
-Veras, -empecé volviendo mi mirada al cuadro- cuando Eleazar formó parte de ellos, -dije señalando a Aro, Marco y Cayo- él hizo muchas cosas de las que hoy se arrepiente…
Edward estuvo a punto de interrumpirme, pero justo a tiempo coloqué mi dedo en sus labios para evitar que lo hiciera.
-Escuche ahora, pregunte después –le dije en forma divertida. Él sonrió contra mi dedo y asintió.
-Eleazar, -empecé mientras retiraba mi dedo de sus labios- mató a muchas personas durante su tiempo allí, entre ellos, niños…-dije volviendo mi mirada al cuadro- Eso es lo que menos se perdona.
-Me lo imagino…-comentó Edward mirando el cuadro- Pero, no lo entiendo -dijo mirándome- Si tanto odia todo el tiempo que pasó allí, ¿por qué conserva ese cuadro? –dijo señalándolo.
-A veces es bueno tener algo así, del pasado, –dije bajando mi mirada a mi collar-  siempre presente, para no volver a cometer el mismo error…-dije tomándolo en mis manos. Edward frunció el ceño y retiró mi mano del collar para tomarlo él y observarlo.
El collar era un diamante negro en forma de gota. Era realmente bonito, a la vista de los demás, a mí vista, solo era un objeto que me recordaba que a pesar de todo mi esfuerzo, seguía siendo un monstruo por naturaleza.
Edward frunció más el ceño mirándome al haber escuchado mi pensamiento. Cuando me ponía sensible, mi escudo fallaba.
-Bella, -empezó pero lo interrumpí.
-Este collar, -dije retirándolo de sus manos y tomándolo entre las mías- fue del primer humano que mate –le dije mirándolo a los ojos. Él se quedó mirándome sorprendido- Es por eso que lo conservo, -dije bajando mi mirada- lo llevo conmigo siempre, para recodarme el error que cometí, y tratar de no volverlo hacer –concluí levantando mi mirada y dejando que el collar colgara normalmente de mi cuello.
Edward llevo su mano a mi mejilla y la acarició. Sonreí ante el tacto suave y cálido. Yo lo recordaba frío y duro, pero ahora todo había cambiado.
-Bella, -susurró antes de apoyar su frente sobre la mía y cerrar sus ojos.
Podía sentir su respiración en mi rostro, haciendo que deseara tenerlo más cerca. Llevé mi mano a su mejilla y la acaricié, mientras Edward se estremecía ante mi contacto. Él comenzó a acercarse a mis labios lentamente.
-¿Edward? –le llamé cuando estaba a centímetros de mis labios.
-¿Sí? –preguntó respirando aceleradamente.
-¡Quieres besarme de una vez! –exclamé sin poder aguantarme un segundo más. Él sonrió antes de estampar sus labios contra los míos.
Sus labios era suaves, a comparación a como los recordaba, pero seguían provocando que mis piernas temblaran ante el contacto. Edward comenzó a mover delicadamente sus labios sobre los míos mientras llevaba sus manos a mi cintura, provocando que millones de descargas eléctricas recorrieran mi cuerpo, mientras yo enredaba mis manos en su pelo. Cuando lo hice, Edward me llevó más a él, apretándome a su cuerpo, mientras delineaba mi labio inferior con su lengua, como si pidiera permiso para entrar. Se lo concedí gustosa y ansiosa. Cuando sentí su lengua tocar la mía, fue como si nada me importara, a excepción de ese beso que cada vez se volvía mas profundo.
Lo único que llegó a distraerme, luego de unos minutos extremadamente largos, fue cuando escuché un ruido sobre el escritorio de Eleazar. Con el mayor dolor del mundo, me separe de Edward, respirando aceleradamente y apoyando mi frente sobre la suya.
-Tenemos…compañía…-dije entrecortadamente por la respiración y abriendo mis ojos. Edward bufó mientras se alejaba a ver quien era y se quedó realmente sorprendido al ver al gato de Carmen sentado sobre el escritorio de Eleazar, mirándonos fijamente.
-¿Qué haces aquí, Arthur? –le hablé al gato.
-¿Arthur? –preguntó Edward confundido.
-Es el gato de Carmen, -dije mientras me acercaba al escritorio y acariciaba al gato- y un gran amigo de la familia.
Edward lo miraba realmente atónito.
-De hecho, creo que tiene más años que Eleazar –comenté mientras Edward y yo reíamos. Arthur me mordió el dedo en el medio de las risas dando a entender que se había ofendido- ¡Hay! –exclamé aunque no me había dolido, solo me había sorprendido- Lo siento, Arthur –me disculpé mientras el gato asentía y saltaba a treparse por mis hombros.
-Arthur, te presento a Edward –dije mientras lo acurrucaba en mis brazos- Edward, él es Arthur –dije bajo la sonrisa de Edward.
-Un placer conocerte, Arthur –dijo Edward mientras lo acariciaba en el lomo.
Arthur ronroneó ante el contacto durantes unos segundos, luego saltó de mis brazos al suelo y salió por la puerta que había quedado medio abierta.
-Eso fue extraño…-comentó con una sonrisa y mirando por donde había salido el gato.
-Tú no eres quien tiene que convivir con él, -dije mientras Edward reaccionaba y me abrazaba por la cintura.
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